03 de julio de 2017
Todos los idiomas tienen una estructura de la misma manera que los seres tienen esqueletos. Sobre ambas bases surgen diferentes familias que crean las ramas lingüísticas y biológicas. De esta manera, podemos distinguir el portugués, el español y el italiano de la misma manera que a los humanos, homínidos y aves. Aunque presentes características comunes, su desarrollo es audible y visible sin mucho esfuerzo.
Entre los seres humanos podemos advertir características raciales que identifican las diferentes etnias. Con los idiomas, acentos, entonaciones, expresiones o tonalidades. Un británico y un americano hablan una lengua común con determinados matices específicos que permiten su distinción. Pero no pensemos que todos hablan igual; Londres, Leeds, Manchester y Glasgow presentan ciertas particularidades en su forma de emplear la lengua al igual que Nueva York, Nueva Orleans y Los Ángeles. Incluso dentro de determinados barrios la diferencia es palpable. Sin embargo, la base del idioma permite la comunicación global entre todos ellos.
Con las personas, esas particularidades identificativas e idiosincrásicas se ponen de manifiesto con un determinado corte de pelo, determinados rasgos genéticos o con la ropa. Precisamente es esta última la que nos permite definirnos como el tipo de persona que somos o disfrazarnos para parecer o pretender serlo. Un traje con corbata identifica a cierto segmento de la población por su profesión con la misma precisión que un mono de trabajo. El idioma representa al cuerpo. La especialización del mismo, su vestuario.
Las conclusiones de este análisis no son difíciles de extraer; si una persona quiere posicionarse dentro de un determinado campo laboral, necesitará conocer y emplear el idioma que más se adecúe a sus necesidades laborales. El inglés estándar –o esqueleto- solamente ofrece la posibilidad de comunicarse de manera genérica. Pero el inglés comercial ofrece una interesante gama de salidas profesionales. Vayamos a ver ahora cuáles son.
Una empresa puede definirse como un grupo de personas trabajando en pos de un objetivo económico común dividido en varias responsabilidades. Es evidente que la especialización se logra con una serie de conocimientos específicos. Pero el objetivo común implica compartir un mismo esqueleto que se diferencia, a su vez, del esqueleto genérico de las demás actividades laborales. Esto quiere decir que la raíz del objetivo común económico debe ser la misma para todos. Ya hemos encontrado la base del inglés comercial.
El inglés comercial se diferencia del inglés que conocemos por el empleo de un vocabulario distinto, utilización de construcciones específicas y uso de expresiones características. Pese a, repito, compartir la misma madre en cuanto a estructura y normas gramaticales, es fácil notar estas diferencias en actividades idénticas pero distintas como puedan ser responder el teléfono desde casa o una oficina. También resultan evidentes en el trato o forma de hablar de un cliente con la persona a cargo de una tienda.
Pongamos el caso de un médico. Sabemos cómo hablan. Nunca nos dirán que nos hemos roto una costilla, sino que presentamos un cuadro de fractura ósea en la zona subcostal. O un abogado; no mentimos sino que cometemos perjurio. Su lenguaje es identificativo de la profesión. Sin embargo, ¿qué comparte un informático con un analista de marketing, los comerciales de la empresa, el servicio de atención al cliente, los directivos o la persona a cargo de Recursos Humanos? Las reuniones, por poner un ejemplo. La Babelia comunicativa amenazaría con derruir cualquier empresa de no tener un idioma común que permitiera entenderse a toda la fuerza laboral de la empresa.
El inglés comercial permite, pues disponer de esa base compartida entre los departamentos, ofreciendo multitud de salidas laborales con independencia del puesto que se desee obtener. Y de dónde; a diferencia del inglés en Inglaterra y Estados Unidos, el comercial se habla igual en todas partes del mundo. Por tanto, cualquier intención de hacer negocio u obtención de un objetivo económico requiere vestir el traje de la lengua con su uniforme determinado.
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