Formación bonificada: acciones formativas de las empresas

Formación bonificada: acciones formativas de las empresas

26 de octubre de 2017


A pesar de ser un ente jurídico, una empresa tiene su propia vida. Los tiempos cambian, la tecnología avanza y, si quiere sobrevivir, debe actualizarse para no quedarse retrasada con respecto al resto de la manada y convertirse en presa fácil de la depredadora desaparición. La plantilla con la que cuenta combina experiencia con juventud y, a mayor experiencia, mayor necesidad de que ésta no se quede obsoleta, puesto que constituyen los principales órganos de la empresa. Además, la velocidad de transformación del mundo actual es tal que incluso los más jóvenes conocen la transitoriedad de los métodos y conocimientos requeridos en el trabajo, viendo peligrar su capacidad de crecimiento en cualquier momento.

Para evitar que la oficina se pinte de sepia como las fotos antiguas, las empresas emplean la formación interna con el fin de evitar su estancamiento y seguir navegando a buen ritmo por aguas libres de barro. Gran parte de esta formación es susceptible a ser subvencionada por parte del Estado. Sin embargo, ¿qué acciones formativas pueden recibir esa ayuda?

La mejor manera de saber la diferencia consiste en saber cuál es el contenido o finalidad de dicha formación. De esta manera, la formación que recibe una empresa se divide entre pedagógica e informativa/divulgativa. La primera se facilita a través de cursos y la segunda, de jornadas, ferias, simposios o congresos, siendo estas últimas las que están exentas de bonificación por parte de la Seguridad Social. Por tanto, vamos a ver en qué consiste la formación pedagógica y qué requisitos debe tener para poder solicitar la ayuda.

Tipos de formación bonificada

Una formación pedagógica para empresas dispone de tres opciones para su impartición: presencial, con teleformación o mixta. Antes entraba dentro de esta categoría la formación a distancia, pero la Ley 30/2015 de 9 de septiembre anunció su desaparición para el 2016, por lo que ya no es una opción disponible. El motivo de su derogación se debió a los intentos por potenciar la teleformación dentro de las empresas o de incorporarla a la presencial en la categoría de mixta.

Si la empresa desea hacer uso de alguna de estas opciones para formar a sus trabajadores, debe de tener claro que los requisitos son distintos según la modalidad escogida. Por ejemplo, la presencial limita el número total de participantes a 25, mientras que la teleformación permite su acceso a un tope de 80 alumnos por formador.

La formación presencial se realiza dentro de las instalaciones de la empresa en un lugar adecuado para su impartición. La empresa debe contar con una sala que reúna las condiciones necesarias para permitir tanto a formador como alumnos el espacio y material con las que poder desarrollar el curso sin interferencias externas o perjudicar al funcionamiento habitual del resto de empleados. Ciertas empresas grandes disponen de varias salas de formación que se emplean para cualquier tipo de reunión. Por esa razón tienen que ser solicitadas de antemano. Durante un curso de formación, la misma sala estará reservada de manera constante para evitar desplazamientos o búsquedas innecesarias por parte de ambas partes integrantes del curso. Por otro lado, la formación está limitada en su impartición a un mínimo de dos horas y a un máximo de ocho al día.

La teleformación, por el contrario, no depende de un espacio físico determinado para su impartición. En su lugar, necesita disponer de TICs, que es como se conoce a las Tecnologías de la Información y Comunicación, especialmente los servicios ofrecidos por Internet. Estos TICs, a su vez, tienen la obligación de permitir la interacción entre formador y alumnos a lo largo del curso. La ventaja que este tipo de cursos está en su flexibilidad a la hora de realizarse, así como en la posibilidad de mantener un contacto más constante e individualizado con los formadores, que a su vez cuentan con una serie de herramientas que facilitan el seguimiento del alumno. No obstante, dicha flexibilidad exige una disciplina por parte de los participantes al curso, que deben organizarse el tiempo para no ser víctimas de la procrastinación tan común en nuestro tiempo.