Controlar el lenguaje corporal en una entrevista

Controlar el lenguaje corporal en una entrevista

27 de junio de 2016


Una entrevista de trabajo no es más que una manera de corroborar la información recibida en el currículo y conocer la forma de ser del futurible empleado. La primera parte permite, además, expandir la información sobre el papel – o página web – a base de realizar una serie de preguntas profesionales con las que comprobar las actitudes de los solicitantes. Pero es la segunda la más importante de todas ellas. Al fin y al cabo, no solamente se intenta contratar a un profesional, sino también a una persona.

A pesar de que se pueda falsificar información – el conocido “engorde” de currículo – para la primera parte y salir airoso de ese envite, lo cierto es que modificar la forma de ser de cada uno no es tarea sencilla. Tarde o temprano nuestro verdadero ser sale a relucir gracias a una pregunta o situación peliaguda ante la que la cara social no sabe muy bien cómo reaccionar, dejando paso a nuestra propia personalidad.

El caso es que, por mucho que intentemos comportarnos de un modo normal, nuestro cuerpo no está capacitado para ocultar detalles que pasarían inadvertidos para cualquier persona salvo para el entrevistador. Porque en la entrevista de trabajo se hablan dos lenguajes: el oral y el corporal. Y de éste segundo trata este artículo.

Este tipo de lenguaje muestra sentimientos internos de manera física. A menos que tengamos un espejo delante, seremos incapaces de reconocerlos, puesto que se realizan de manera inconsciente y automática por parte del cuerpo. Si alguna vez habéis pisado a alguien en el autobús o en el metro, sabréis a lo que me refiero.

La primera persona en estudiar este tipo de lenguaje fue el psicólogo norteamericano Paul Ekman, que creó un atlas humano de emociones tras analizar más de diez mil expresiones faciales. Su estudio le permitió convertirse en un detector de mentiras humano, por lo que intentad ser sinceros con él si algún día os lo encontráis. Pero sería otra persona, Flora Davis, la que alcanzaría la fama y reconocimiento internacional. La investigadora cinésica escribió el aclamado libro “La comunicación no verbal” donde expuso las conclusiones a las que llegó tras sus estudios y, desde entonces, ese libro se ha convertido en la mayor referencia sobre el tema.

El lenguaje corporal en la entrevista

Con esas referencias, vamos a ver las partes del cuerpo más influyentes en una entrevista de trabajo, para aprender a controlarlas. Eso significa que tenemos que ser conscientes de ellas, por lo que es muy aconsejable preparar la entrevista delante de un espejo o grabándose con la cámara del ordenador o teléfono para localizarlas.

Empecemos con la mirada. Nuestros ojos son un arma de doble filo. De la misma manera que pueden convencer o seducir a otra persona, también son excelentes chivatos de inseguridades y mentiras. Por ejemplo, si miramos hacia abajo mientras la otra persona nos está hablando significa que no nos creemos lo que nos está diciendo. Si algo nos agrada, nuestras pupilas se dilatan. Pero el entrevistador prestará atención a otro detalle: la posición de los ojos. El lado derecho del cerebro es el creativo. El izquierdo, la memoria. Por tanto, si los ojos responden hacia la derecha, el entrevistador sabrá que la respuesta será creada. La mayoría de mentiras se caracterizan por dirigir la mirada hacia arriba a la derecha.

El siguiente punto de referencia corporal son las manos. Para ello, vamos a realizar una sencilla prueba: sentaos sobre vuestras manos e intentad describir vuestra casa o una anécdota del trabajo. Bien; ahora igual pero sin mover los ojos. Complicado, ¿verdad? Y eso que no somos italianos, cuyas manos son verdaderas bocas gesticulantes. Tranquilos, que no hace falta que os inyectéis relajante muscular en los brazos antes de la entrevista. Pero es importante que no las aleteemos en exceso durante la entrevista. Principalmente porque distraen al entrevistador y damos la impresión de ser demasiado nerviosos – el célebre solo de piano que realizamos con los dedos tamborileando sobre la mesa. Lo que en ningún instante podremos hacer es tenerlas dentro de los bolsillos a menos que queramos mostrar nuestra indiferencia o rechazo a lo que estamos oyendo. Otro gesto bastante común es el de cruzarse de brazos durante una conversación. A esa postura se la conoce como la postura defensiva. Como no queremos entrar en conflicto con el entrevistador, es recomendable no emplearla.

Por último, el cuerpo. Centrado. Atrás implica indiferencia y delante nerviosismo. En cuanto a la postura, lo más ergonómica posible. Generalmente, si abrimos las piernas y brazos, damos una imagen de tranquilidad y amistosa. Si cruzamos las piernas y brazos, como dijimos antes, inseguridad y defensa. Así que, de nuevo, el término medio. Queremos un trabajo, no hacer amigos.

Otros comportamientos igual de reveladores para el entrevistador son los siguientes: entrelazar los dedos denota autoridad, apretarse la nariz o tirarse del lóbulo de la oreja desconfianza, tocarse el pelo o morderse las uñas inseguridad, frotarse un ojo duda y tocarse la nariz mentira.

Antes de que cometáis el error de posar para la entrevista, tenéis que recordar una cosa: estos gestos suceden cuando hablamos. Por tanto, hay que estar concentrado en controlarlos especialmente durante nuestra exposición y respuestas. Cuando el entrevistador nos hable, hay que mantener la postura en la silla, la mirada fija -para mostrar atención- y las manos quietas. Fácil de hacer, ¿verdad? Ahora, coged un espejo o la cámara, que alguien os haga una serie de preguntas laborales y observad atentamente vuestro rostro. ¿Veis sinceridad, nervios o indiferencia?